lunes, 17 de septiembre de 2007

"Yo no estoy aquí por mí / yo no estoy aquí por ti".* Fusión y devoción. Nuevos contextos de la música tradicional.

Apuntes sobre la vida y obra de Alfredo Ponce.

[Esta es la ponencia que presentamos en el III Foro Internacional
de Música Tradicional y los Procesos de Globalización, 14/09/07.
Les debemos la música, por el momento... ]


Un joven británico va en busca de un maestro de cítara a India.
Uno de los músicos hindúes más grandes de todos los tiempos lo recibe, no sin cierto recelo inicial, y acepta enseñarle un par de cosas. Conforme hacen música y transcurren las horas, los dos hombres se van reconociendo, más allá de las diferencias culturales y generacionales.
Entre ambos ocurre “una explosión”. Eso diría, años después, Ravi Shankar, refiriéndose a su encuentro con el integrante de los Beatles, George Harrison.

La cítara, desarrollada en su forma actual durante el siglo XVIII, pero cuyos orígenes pueden ser rastreados hasta los textos sagrados de los Vedas, era un instrumento consagrado a la música clásica indostánica. Durante la segunda mitad del siglo XX, de la mano de una cultura popular que se difundía alrededor del planeta a través de los medios electrónicos de comunicación, la resonancia de este instrumento fundacional de la cultura humana comenzó a ser escuchada masivamente, fuera del ecosistema espacial y temporal en el cual se había originado.

Recordemos el sonido de ese encuentro.

[Pista 1 (Fragmento): The Beatles, Within you without you; George Harrison, compositor e intérprete; Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band (1967)].

Podemos abordar el tema de la globalización desde múltiples ángulos. Nosotras, aquí, para hablar de los procesos de globalización y la música tradicional, queremos hablar en términos de la “experiencia global de unicidad humana”. (1)

Una monja budista construye una escuela en Nepal.
Guiada por su maestro, Tulku Urgyen Rinpoche, Ani Chöying Drolma prontamente ocupó el servicio de cantante principal en el monasterio de Nagi Gompa, en Nepal. Tomó los hábitos buscando, según ella misma cuenta, una vida distinta a la de su madre. “Pensé: yo no quiero
esa vida, esa vida que parece estar ya construida para mí: casarte, tener hijos, estar triste.” (2) Y fue en voz de su propia madre que escuchó por primera vez que existía para ella la opción de hacerse monja.

Cada mañana ---cuenta Chöying Drolma---, tenía que formarme
en una fila para comprar la leche, y siempre me daban 15 paisa de cambio. Yo volvía a casa y metía el dinero en un jarrito de barro, como si fuera un cochinito. Un día rompí el jarro y saqué todo lo que tenía. Huí de mi casa y me fui a ver a Jamgon Kongtrul Rinpoche, un maestro budista. Le ofrecí un pañuelo ceremonial y mi dinero y le dije: Quiero ser monja. Había otros monjes allí. Al principio, todo se rieron, pero finalmente él comprendió que yo hablaba en serio. Tenía mucho valor para mi edad; era muy terca. El me cortó el cabello y me dio los preceptos, Yo tenía unos diez años de edad. Él me dio mi nombre budista, Chöying Drolma. (3)

Al concluir su formación monástica, Chöying Drolma se dio a la tarea de fundar una escuela para monjas, donde las aspirantes pudieran recibir una educación más profunda y más integral que la que se impartía hasta entonces en los monasterios budistas tradicionales para mujeres. Así nació el proyecto de la Escuela Arya Tara y la Fundación para el Bienestar de las Monjas de Nepal.

Durante la década de los 80, Steve Tibbets, quien ya había adquirido cierta fama como guitarrista en su país natal, Estados Unidos, decidió dejar de realizar presentaciones públicas y se dedicó de lleno a atender las necesidades que le planteaba su propio desarrollo espiritual. Realizó una serie de viajes al Tibet. En 1994, conoció allí a Chöying Drolma. De ese encuentro, nacieron dos producciones discográficas y varias giras por Estados Unidos y Europa. El dinero que se recauda de todas estas actividades sirve para financiar la Escuela de Arya Tara.
Este es el sonido de ese encuentro.

[Pista 2 (Fragmento): Chöying Drolma y Steve Tibbets, Palden Rangjung; Selwa (2004)].

“La experiencia global de unicidad humana” es materia esencial de todas las tradiciones sagradas. Uno de los místicos de la humanidad en el siglo XX, el Sheij Nur Al-Anwar Al-Yerraji,
a quien volveremos más adelante, nos habla de este tema, de la manera siguiente:

No debemos poner nuestra atención en las diferencias que hay entre las formas, sino en la experiencia global de unicidad humana que gradualmente se está intensificando, y que refleja la Unicidad de la Realidad. Todas las tradiciones sagradas predicen y esperan este despertar (…) Nuestra humanidad perfecta (…) es la Zarza Ardiente a la que cada uno de nosotros se aproxima ahora, tal como el noble Moisés se aproximó a las llamas vivientes en el valle de la revelación. Este drama de encontrarnos con nuestra propia humanidad perfecta no ocurre actualmente en lugares especiales de oración ni en la interioridad secreta, sino en la vida entera de la civilización planetaria. (4)

[Pista 3 (Fragmento): Nusrat Fateh Ali Khan y Eddie Vedder, The Face of Love; D. Robbins, N. Khan, compositores; Banda Sonora de la película Dead man walking (1995)].

¿Qué es la vida sin Amor?
Ahora que han venido a este mundo
Ámense, ámense unos a otros

Mira a los ojos el rostro del Amor
Mira en sus ojos
¡Ay! Allí está la paz
No, nada muere, dentro de la pura luz (5)

La poesía y la voz de Nusrat Fateh Ali Khan, amado cantante de quwwali, la música tradicional del misticismo islámico en su expresión paquistaní, y Eddie Vedder, el líder de la banda Pearl Jam. Juntos, bajo la producción de Ry Cooder, crearon esta fusión para la banda sonora de la película Dead man walking, una cinta basada en la vida de la religiosa Helen Prejean, y su lucha contra la violencia institucionalizada en Estados Unidos. (6)

Podríamos seguir degustando distintas manifestaciones sonoras de este Gran y Único Encuentro Humano, según se ha ido intensificando alrededor del planeta en las últimas décadas. Hemos tomado, hasta aquí, algunos ejemplos donde las expresiones musicales tradicionales de los universos sagrados del Hinduismo, el Budismo y el Islam se mezclan con la música popular británica y estadunidense (que podríamos llamar tradicional también, dentro de su propio contexto), fuera de sus territorios físicos de origen. Aquello que anima, literalmente, estas mezclas, el alma que en ellas se manifiesta, es el signo de nuestros tiempos: seres humanos reconociéndose unos en otros, desde la diferencia y más allá de la diferencia. Creemos que en este nivel de la conciencia humana, el nivel donde se manifiesta la música y se funde con la devoción, se dan procesos de globalización trascendente. Esa es la música que acompaña el viaje del alma humana en el tramo que atestiguamos hoy, a principios del siglo XXI.

[Pista 4 (Fragmento): El árbol de Muhammad; Duja Al Yerraji / Margarita Martínez Duarte, compositora e intérprete; Hanif (1995)].

En México, como en cualquier otro país, la globalización trascendente también ha tenido su manifestación musical. Escuchamos un corrido compuesto e interpretado por Margarita Martínez Duarte, a la manera tradicional de la época de la Revolución mexicana. El requinto, sobre todo, es bastante característico del estilo de esos tiempos. Este corrido se llama El árbol de Muhammad y se canta, una parte, en español y otra en árabe. El contenido expresado en la letra encarna una de las formas tradicionales de oración en el Islam, conocida como salawat (salutaciones de Paz y bendiciones que se envían al alma del Profeta). ¿Cómo se nombra esta música? ¿”Corrido islámico”?

En la música devocional que se canta hoy alrededor del planeta, detrás de todas las definiciones y etiquetas posibles, están las historias de los encuentros entre seres humanos que se han reconocido mutuamente desde su diferencia, en busca de una Verdad mayor a la de sus propias circunstancias individuales y relativas. A partir de esa búsqueda, estos seres humanos reorientan sus vidas.

¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de la búsqueda del “Despertar”; la “Iluminación”; la “sumisión consciente a la Única Fuente del Ser”; “la Realización”... Cada universo sagrado ofrece términos distintos para la misma vivencia. Y sin embargo, nombrar así, sin precisiones, puede resultar en la dilución de la experiencia misma que se quiere nombrar.
No sabemos qué pensar acerca de algunas de las cualidades diluyentes que percibimos en los procesos de globalización. ¿Será preferible tener una poquita más de Iluminación, por así decirlo, pero compartida por muchísimos millones más de seres humanos, que la incorporan en su cotidianeidad, de la manera que sea, así sea como artículo de consumo (hasta donde pueden ser conscientes de ello)?

¿Qué tanto importa esto? ¿Habremos de pensar siempre en términos de algo que se enriquece en favor de algo que se empobrece?

No lo sabemos. Pero somos optimistas. Y si hay un rasgo que adivinamos detrás de las nuevas fusiones musicales de la globalización trascendente, cuyos procesos hemos querido abordar aquí, ese rasgo es, ante todo, el optimismo hacia la condición humana.

[Pista 5 (Fragmento): El camino de Santiago; Alfredo Ponce, compositor e intérprete; Trova celeste, grabación y compilación
de José Ramos (1992)].

Un hombre recorre el Camino de Santiago… A los 36 años de edad, Alfredo Ponce peregrinaba por el Camino de París a Santiago de Compostela. Viajaba como parte de una caravana de danzantes concheros de la Mesa del Santo Niño de Atocha. Liderados por los Capitanes Faustino Rodríguez, Andrés Segura, Ernesto Ortiz, María Robles y Dolores Ortiz, que en Paz descansen, su intención era realizar el recorrido danzando de París a Compostela. Y así ocurrió.

Antes de conocer la danza conchera, antes de la peregrinación que transformaría completamente su vida, Alfredo Ponce, según nos cuenta, jamás sintió la sed de buscar un camino espiritual. Se entendía a sí mismo como un ateo y estaba conforme con esta visión. Durante su infancia, no recibió una formación espiritual claramente dirigida, ni hacia el catolicismo ni hacia las tradiciones indígenas; al menos, no una que él recuerde conscientemente le hiciera mella.

A finales de los años sesenta, obtuvo una beca para estudiar Comercio Exterior en Polonia, e Informática y Economía Agrícola en Inglaterra. Después de pasar seis años fuera de México, volvió al Distrito Federal y ocupó un puesto de Subdelegado General, en la Delegación Cuauhtémoc.

Corría entonces el año de 1972. La Plaza de Tlatelolco permanecía cercada con alambre de púas, desde 1968. Era necesario reabrirla, pero ¿cómo? ¿Cuál podría ser el motivo que volviera a convocar a las almas en ese sitio?

El subdelegado de la Cuauhtémoc fue a hablar con el cura de la Iglesia de Tlatelolco para hacerle precisamente esa pregunta. La sugerencia del Padre fue: reabran la Plaza en julio, con la danza al Señor Santiago.

Fue así como Alfredo Ponce escuchó por primera vez hablar sobre la danza conchera con mayor profundidad; supo un poco más acerca de la historia de la danza y de su significado; trabajó para organizar la primera danza con la que se reabrió la Plaza de las Tres Culturas y, sin embargo, no la presenció. Fue tiempo después, durante su participación en la película Cuando Pizarro, Cortés y Orellana eran amigos, de Gilberto Macedo, cuando su encuentro con la danza tomó forma y echó raíces.

[Pista 6 (Fragmento): ¡Querida Anáhuac!; Alfredo Ponce, compositor e intérprete; Trova celeste, grabación y compilación de José Ramos (1992)].

Alfredo Ponce llegó a la danza con un camino ya recorrido en la música. Esta es el recuento de ese camino, en sus propias palabras:

Mi encuentro con la música comenzó en mi casa, con mi madre, que siempre fue maestra de teatro y danza en las Escuelas Normales rurales del país. Nunca estudié música [formalmente], porque quería ser ingeniero. Ya estando en Europa, en Polonia, hubo necesidad de organizar unas brigadas culturales para presentarnos en las fábricas y lugares públicos. Nos juntamos gente como de cincuenta países. Yo no tenía guitarra, pero un buen amigo boliviano me la prestaba y cantaba boleritos y uno que otro huapango. Ya en Londres, nunca me llegó la beca prometida y encontré un restaurante, “El mexicano Taberna”. Ahí conocí a un gran guitarrista, Luis Sebastián, que me enseñó ritmos latinoamericanos. Comenzaba el rock y nosotros hacíamos un programa de radio en la BBC, (que se llamaba) “On the Latin Beat”, siempre cantando lo nuestro, ya un poco más elaborado, pues Luis era hijo de un gran guitarrista de flamenco, compañero de Sabicas, uno de los grandes de ese género. Ya de regreso en México, años 70, cuando dejé la burocracia, empecé a trabajar como tramoyista en el teatro de Xalapa, Veracruz, donde ensayaba el Conjunto Típico de la Universidad Veracruzana. Ahí conocí la jarana y el género sonero. Me prestó una jarana Andrés Barahona, gran músico y laudero, graduado en La Sorbona de París. Y de ahí pa´l real [sic]. Organizamos el Primer Encuentro de Jaraneros en Tlacotalpan, Veracruz, hace 28 años. Empecé a tocar con diferentes agrupaciones. Organizamos la Sonora Chumayea… y aquí andamios [sic]. Todo eso fue antes de entrar en la danza. (7)

[Pista 7 (Fragmento): Decires; Texto de Rodolfo Usigli; Arreglo musical e interpretación, Alfredo Ponce; Jaranas en movimiento: Poesía viva (ca. 2001)].

En el caminar de este danzante y músico mexicano, ocurriría en 1986 otro encuentro determinante. Siguiendo la guía de su maestro, el Gran Sheij de la Orden Sufi Halveti Yerraji de Turquía, Muzaffer Ozak, visitó México, por primera vez, Nur Al-Anwar (cuyas palabras citamos al comienzo de esta ponencia). Sus anfitriones en la visita fueron precisamente los danzantes de la Mesa del Santo Niño de Atocha.

Cuando el Sheij Nur entró en la casa ---cuenta Alfredo Ponce---, entró un tornado de luz que nos dejó estupefactos por la claridad de su presencia. La Danza del Sol se encontró con la Danza de la Luna. (8)

[Pista 8 (Fragmento): Casida de la rosa; Arreglo musical e interpretación, Alfredo Ponce; Jaranas en movimiento: Poesía viva (ca. 2001)].

Cuando el sufismo islámico se encontró con la tradición de la danza conchera, ese encuentro también tuvo una reverberación musical.

Hace veinte años se abrió la casa de la Orden Sufi Halveti Yerraji en México y, a partir de entonces, han llegado hasta ahí cientos de personas, buscando saciar la sed espiritual. Algunas de estas personas han sido músicos que han expresado su devoción a través de su oficio, dándole nuevas formas y nuevos contenidos.

En el caso de Alfredo Ponce, el entrecruzamiento del camino de la danza y el Islam, significó también la fusión de la música tradicional mexicana y latinoamericana con la música tradicional turca y árabe; el español con otras lenguas, en fin… la experiencia directa de dos universos sagrados se expresó en la suma y la fusión de signos y formas culturales.

Alfredo Ponce contempla los procesos de globalización desde el punto de vista de la evolución del alma humana. Según él nos dice, parafraseando a su maestro, el Sheij Nur Al-Anwar, los procesos de globalización han ocurrido en tres tiempos:

Primero fue la Primera Alianza, con el Profeta Noé. Esa fue la primera globalización. Después vino la Segunda Alianza, con el Profeta Jesús. Ahora estamos viviendo la Tercera Alianza, una era de renacimiento espiritual, en la que florecerá la luz. (9)

En veinte años, Alfredo Ponce ha compuesto numerosas canciones devocionales que expresan su experiencia de los universos sagrados que ha sido llamado a recorrer. Para concluir esta intervención queremos compartir con ustedes el Azzan, el llamado a la oración del Islam, en la voz de Alfredo Ponce, tal como se ha escuchado incontables veces en la Mezquita de la Luz, a unos minutos de donde nos encontramos, en la Colonia Roma.

El llamado a la oración del Islam se canta cinco veces al día, anunciando los cinco momentos establecidos ritualmente para el encuentro consciente del alma con su Fuente. Aunque las palabras que se cantan al hacer este llamado son siempre las mismas, básicamente, la forma varía muchísimo, dependiendo de los países y las culturas. Esta es el sonido que nació aquí, en México.

[Pista 9: Llamado a la oración del Islam; Voz de Alfredo Ponce; grabación de campo.]

Agradecemos a los organizadores el haber convocado a este Foro y el habernos invitado a participar.

Muy especialmente, agradecemos a Alfredo Ponce el haber compartido con nosotros sus experiencias, permitiéndonos explorar, a través del ejemplo de su propia vida, los movimientos musicales del alma universal.


------
Notas:
* Versos de Dulce madre primorosa, canción devocional islámica (ilaji), de Alfredo Ponce, basada en la alabanza conchera La divina providencia.
1. Sheij Nur Al-Anwar Al-Yerraji (Lex Hixon), Atom from the sun of knowledge (Westport, Pir Publications, 1993: 253). Trad. del inglés: Margarita Martínez Duarte.
2. Marc Anderson, Chris Gray, Steve Tibbets, A conversation with Chöying Drolma, en: Selwa (Six Degrees Records, 2004). Trad. del inglés: Margarita Martínez Duarte.
3. Ibid.
4. Sheij Nur Al-Anwar Al-Yerraji (Lex Hixon), Ibid.
5. Trad. del inglés: Margarita Martínez Duarte.
6. Producción: Working Title / Havoc, 1986. Dirección: Tim Robbins.
7. Entrevista con Alfredo Ponce, por Macuil Ponce (Julio, 2006).
8. Ibid.
9. Ibid.


Más sobre el III Foro de Música Tradicional y los Procesos de Globalización en:
www.feriadelibro.inah.gob.mx